Cuentos de hadas para niños

Descubre historias de encantamientos y hechizos en los cuentos de hadas

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La ondina del estanque

Los tres deseos

Las zapatillas rojas

Los enanos mágicos

El gigante egoista

La ondina del estanque

La ondina del estanque

Había una vez un molinero que hizo fortuna con su molino. Pero como lo que viene se va, el molinero iba año a año perdiendo su fortuna hasta quedarse otra vez pobre. Un día se encontró en el estanque a una joven flotando sobre el que le prometió que sus riquezas volverían a cambio de que le diera lo que acaba de nacer en la casa.

El hombre acepto sin reparo pensando que lo que habría nacido en la casa sería algún perro o gato. La ninfa despareció dentro del estanque y el molinero volvió a la casa muy alegre y consolado cuando en ese momento salió la criada de la casa anunciando al hombre que su mujer había dado a luz un niño.

El molinero que herido por la noticia, ya que se sintió engañado por la ninfa que sabía lo que pasaba.

Se acercó a su mujer que notó su cara triste y el molinero le contó lo ocurrido en el estanque y la promesa que le había hecho la ninfa.

Pasó el tiempo y las riquezas crecieron de nuevo, a la vez que su hijo al que el molinero le había prohibido acercarse al estanque diciéndole que si se aproximaba, del agua saldría una mano y lo arrastraría al fondo para siempre.

Los años siguieron pasando y el niño creció convirtiéndose en un bello muchacho, el cual se fue a vivir con una joven a una casa que les regaló un cazador para el que trabajaba.

Un día mientras corría por el bosque tras la caza de un corzo, después de cazarlo se acercó al estanque a lavarse las mano y en ese momento, la ninfa salió del estanque arrastrándolo hacia el fondo.

Llegó la noche y su esposa preocupada salió a buscarlo por el estanque ya que ella sabía la historia. En su búsqueda, encontró la escopeta de su marido en la orilla. Miró y miró por todas partes sin descanso hasta caer desfallecida y comenzó a soñar.

Mientras estaba adormecida, soñaba que subía por una montaña rocosa y llena de espinas hasta su cima donde había un verde prado con una cabaña a lo lejos. Se acercó a ella y abrió la puerta. En su interior había una anciana de cabellos blancos, la anciana le hizo una seña pero en ese preciso instante se despertó.

Así que buscó la montaña y la anciana del sueño y la encontró. La anciana le entregó un peine de oro y le dijo que en la próxima luna llena se peinara su cabello en la orilla del estanque.

Así obró la muchacha y cuando siguió las instrucciones de la anciana. El agua comenzó a agitarse desde el fondo y fue apareciendo su marido que asomaba la cabeza, con un rostro triste. En ese momento una ola se el peine al estanque y su marido volvió a desaparecer.

La esposa volvió a la anciana a contarle lo sucedido y esta vez la anciana le hizo entrega de una flauta. Le dijo que en la siguiente luna llena la tocara en la orilla del estanque. Y así hizo la mujer.

Otra vez ocurrió lo mismo, solo que esta vez el marido apareció hasta la mitad de su cuerpo. Extendió sus brazos hacia ella, pero de nuevo una ola se llevó la flauta y al marido al fondo del estanque.

La mujer volvió a la anciana que le entregó una rueca de oro y le dijo que en la siguiente luna llena hilara en la orilla hasta llenar el uso.

La esposa siguió las indicaciones y llegado el momento se agito el fondo con más violencia que nunca, vino una ola y se llevo la rueca. Enseguida subió a la superficie el cuerpo completo del cazador que salió de un salto a la orilla y escaparon corriendo.

La corriente los separó y estuvieron años separados hasta que volvieron a encontrarse y vivieron muy felices fuera del alcance la malvada ninfa.

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Los tres deseos

Los tres deseos

Hubo una vez un hombre, que sentado junto al fuego de la chimenea con su mujer, comentaba la felicidad de sus vecinos que eran más ricos que ellos.

La mujer deseaba tener todo lo que ella quisiera y el marido también. La mujer se lamentaba por no haber nacido en el tiempo de las hadas cuando, de repente, apareció ante ellos precisamente un hada. El hada les ofreció concederles tres deseos y diciendo esto desapareció.

El hombre y la mujer estaban muy confusos y pensativos. La mujer sabía muy bien cuales serían sus tres deseos. Quería ser guapa, rica y fina. El hombre, al escuchar los deseos de su mujer, le replicó, que aún teniendo todas esas cosas, podría ponerse enferma, estar triste o morir joven. Así que el marido pensó que lo mejor era pedir alegría, salud y una larga vida.

La mujer respondió que para que iba a querer una larga vida sin ser rica, eso sería ser desgraciados más tiempo.

El marido, al ver que no se ponían de acuerdo, le planteó a su mujer pensarlo bien antes de decidir. Pusieron de fecha límite el día siguiente para decidir que cuales eran las tres cosas que más necesitaban.

Mientras que se calentaban ante el fuego, la mujer cogió unas tenazas para mover el carbón y sin reflexionar, dijo que ese fuego podría servir para asar una buena morcilla. Al instante cayó por la chimenea una gran morcilla.

El marido atónito y enojado, le gruñó acerca del deseo que acababa de desperdiciar su esposa y con el mismo enojo, deseó que la morcilla se le pegara a la punta de la nariz. No había acabado de pronunciar la frase, cuando la morcilla saltó a la punta de la nariz de su esposa y no podía quitársela. Después de concederse el segundo deseo, el marido pensó que él había sido aún más tonto que su mujer.

La mujer aún más enfadada le dijo al marido que era un malvado por aquel deseo. Su esposo le pidió disculpas diciendo que no pensó que aquello podría ocurrir de verdad.

Ahora solo les quedaba un deseo. El marido ante la preocupación y con tal de complacer a su esposa, le comentó que podría desear mucha riqueza y que le haría un estuche de oro para tapar la morcilla.

La mujer tan solo quería en ese momento librarse de aquella horrible pesadilla que le colgaba de la nariz y deseó sin pensarlo que la morcilla cayese al suelo. En ese momento acabó de cumplirse el tercer y último deseo.

Los dos se miraron y la mujer le comentó a su marido que el hada se había burlado de ellos. Se dieron cuenta que podrían haber sido más desgraciados siendo más ricos. Y sin añadir nada más, cenaron alegremente la morcilla, que fue lo único que les quedo de sus tres deseos.

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Las zapatillas rojas

Las zapatillas rojas

Hace mucho tiempo, vivía una hermosa niña que se llamaba Carmen. Su familia era muy pobre y no podía comprarle lo que más ilusión en el mundo le hacía; unas zapatillas rojas.

Al morir su madre, una rica mujer adoptó a la niña y la cuidó como si fuera suya. La niña creció y en vísperas de su comunión, la mujer le dio dinero para que se comprara unos zapatos para el evento. Pero Carmen, en vez de eso, encargó los tan deseados zapatos rojos.

El día de la comunión todo el mundo pudo ver como Carmen lucía los zapatos rojos, que por supuesto no eran apropiados para la ocasión. La señora enfadada le riñó delante de todos. Pero a Carmen no le importaba.

La mujer murió al poco tiempo y al funeral asistió un multitud de familiares y amigos, puesto que la mujer era muy conocida y cariñosa. Carmen apareció en el funeral de nuevo con sus zapatos rojos, ya que como le gustaban tanto no podía resistir la tentación de usarlos.

En la puerta de la iglesia, un viejo horrible y barbudo se fijó en los zapatos cuando Carmen entraba y se ofreció a limpiárselos. Carmen pensó que si los limpiaba, brillarían aún más, así que acepto la propuesta.

El viejo echó un conjuro a los zapatos, ordenándoles que bailaran cuando se ajustaran.

Pero Carmen no oyó el hechizo y cuando salió de la iglesia los zapatos comenzaron su orden de bailar. La niña no podía quitárselos porque no paraba de moverse. Pasado unos días, la niña seguía bailando y estaba agotada.

Lloraba y lloraba sin descanso, porque no podía poner fin al problema. Pensaba en lo tonta que había sido al ponerse esos infernales zapatos. Tanta era su desesperación que estaba dispuesta a cortarse los pies con tal de librarse de tan horrible maldición.

En un pueblo cercano al que se dirigía, habitaba un verdugo. Carmen quería que le cortaran los pies, pero el verdugo solo cortaba cabezas. Cuando la puerta de la casa del verdugo se abrió, Carmen se llevo una gran sorpresa. El verdugo en realidad era el mendigo que estaba en la iglesia. El hombre solamente con un dedo tocó los zapatos y éstos se detuvieron inmediatamente y Carmen dejó de bailar.

Carmen entonces aprendió la lección y guardó los zapatos para siempre en una urna de cristal. Todos los días agradecía no tener que seguir bailando dentro de sus zapatillas rojas.

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Los enanos mágicos

Los enanos mágicos

Hubo una vez un zapatero que era muy pobre, tan pobre que no podía comprar más cuero para hacer zapatos. Con el poco que le quedaba cortó el cuero por la noche para hacer los zapatos por la mañana.

Todas las noches al acostarse rezaba y se acostaba. A la mañana siguiente cuando iba a ponerse a trabajar, se llevó una gran sorpresa pues, se encontró con un par de zapatos hecho. Los miró detenidamente y vio que estaban perfectos, no tenían ninguna falta.

En la tienda entró un cliente al que le encantaron los zapatos, incluso pagó el doble por ellos. El zapatero contento pudo comprar entonces más cuero.

Por la noche con el cuero que compró, lo cortó también para hacer dos pares más y se acostó. Pero otra vez al día siguiente se encontró en su mesa de trabajo dos pares de zapatos nuevos y relucientes, perfectos.

Como eran tan bonitos los vendió rápidamente, así que compró y cortó más cuero para hacer cuatro pares al día siguiente. A la mañana siguiente de nuevo aparecieron ya terminados los zapatos que tenía pensado hacer el zapatero.

Así pasó con todo el cuero que cortaba. Tanto, que el zapatero se estaba haciendo rico.

Una noche cerca de la Navidad decidió quedarse con su mujer despiertos toda la noche con la curiosidad de ver qué pasaba con el cuero y por qué aparecían los zapatos hechos. Así que esa noche se escondieron en el armario mientras vigilaban.

Cuando llegó la media noche, entraron en el taller dos lindos enanitos totalmente desnudos y se pusieron a trabajar con el cuero en sus manos, con muchísima velocidad y habilidad. El zapatero jamás había visto algo parecido.

Cuando terminaron los zapatos, desaparecieron sin dejar rastro.

Al día siguiente la mujer le dijo al zapatero que deberían agradecer a los enanitos su ayuda ya que seguro pasarían mucho frio por estar desnudos sin nada que cubrirse el cuerpo. Así que decidieron que ella les regalara una camisa, un chaleco, pantalones a cada uno hechos por ella misma y que el marido les hiciera un par de zapatos a cada uno.

Durante todo el día, estuvieron preparando los regalos para aquellos bondadosos enanitos. Por la noche colocaron las prendas y los zapatos encima de la mesa, en vez de poner el cuero cortado y se escondieron para ver como lo recibían.

Llegaron los enanos y se llevaron una gran sorpresa al ver la ropa. Se vistieron muy contentos y comenzaron a bailar y luego se marcharon y no volvieron nunca más

Entonces la mujer dijo: “De todos es bien sabido, que hay que ser agradecido”. El zapatero y su mujer continuaron siendo muy felices el resto de su vida.

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El gigante egoista

El gigante egoista

Había una vez un gigante un poco egoísta que poseía un hermoso jardín que no quería compartir con nadie. Un buen día, en ausencia del gigante, unos niños aprovecharon para entrar en el jardín con el fin de disfrutar de las flores.

Los niños calcularon mal el tiempo de ausencia del gigante y éste los sorprendió dentro del jardín. Después de recriminarles la entrada, el gigante para evitar que volviese a pasar levantó una tapia que dificultara la entrada.

A raíz de la construcción del muro, el jardín se vio asumido en una profunda tristeza; los arboles dejaron de dar frutos y flores y a los pájaros ya no se le escuchaba cantar. No existieron más primaveras, en el jardín siempre era invierno.

Una mañana los niños buscaron la forma de volver a entrar al jardín y consiguieron encontrar un agujero. Cuando los árboles y plantas del jardín vieron a los niños comenzaron a reverdecerse y a florecer de nuevo. El gigante al ver lo ocurrido, se dio cuenta de su egoísmo absurdo, derribó el muro e invitó a los niños a jugar en su jardín.

El gigante notó a uno de los niños algo cabizbajo porque no podía trepar un árbol y decidió ayudarle. El niño se lo agradeció dándole un beso. El gigante sorprendido, les anunció “Queridos niños desde ahora éste es vuestro jardín y podréis venir siempre que queráis”. Los niños iban con asiduidad a jugar al jardín. Sin embargo, el niño preferido del gigante que le había dado el beso, no volvió a aparecer por allí.

Transcurridos muchos años, una mañana cuando el gigante se despertó, ya siendo viejito y algo débil, se asomó al jardín y vio a aquel niño tan especial apoyado bajo un hermoso árbol blanco.

Cuando se acercó a él vio que estaba herido, tenía señales de clavos en las palmas de las manos y en los pies y pensando que alguien le había causado algún mal le dijo: “¿Quién se ha atrevido a hacerte daño? Dímelo para que pueda coger mi espada y matarlo.”

El niño le replicó: “No, amigo estás son heridas fruto del amor”.

El gigante sorprendido por la respuesta y algo atemorizado le preguntó cayendo de rodillas ante él: “¿Quién eres?”

Y el niño que era Jesucristo le sonrió y le respondió: “Tu una vez me dejaste jugar en tu jardín. Hoy vendrás conmigo a jugar al mío, que es el Paraíso”.

Al cabo de unas horas, los niños encontraron muerto bajo el árbol y cubierto de capullos blancos al gigante.

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En esta categoría de cuentos de hadas infantiles suele haber mucha fantasía y mucha magia y también se da la existencia de muchos personajes irreales que estimularán la imaginación de los niños y les harán vivir un sinfín de aventuras extraordinarias de las que aprender sin moverse de casa.

Encontrarás en esta sección cuentos más cortos y otros de mayor extensión donde se narran las cosas con un mayor detalle con el fin de que los más observadores aprendan vocabulario y se familiaricen con textos descriptivos.

Descubre en esta sección criaturas fantásticas como hadas, duendes, elfos, brujas malvadas y otros personajes que no dejaran

Cuentos infantiles de hadas
indiferentes a los más pequeños. Todos estos personajes tienen algo en común y es que son mágicos por alguna razón y tienen ese poder de hacer que determinadas cosas ocurran.

La categoría de cuentos y fábulas sobre hadas es una de las secciones que despierta mayor interés en los niños. Casi siempre aparece una figura con malas intenciones que perjudica a los protagonistas del cuento, pero que suele pedir perdón y convertirse en bueno o recibir su merecido al final de la historia.

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Estos cuentos tienen aceptación desde hace muchos años y se transmiten de abuelos a nietos y enriquecen a nuestro lenguaje y transportan a los niños a mundos llenos de fantasía.¡Venga! Elige el cuento por el que vas a empezar y disfruta de la lectura.

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