Blancanieves

Cuento de Blancanieves

Cuentos tradicionales

Erase una vez una pequeña y linda princesa que vivía en un castillo con su madrastra, la reina. La joven princesa, llamada Blancanieves, irradiaba belleza allí por donde pasaba. Su pelo negro azabache, su cutis blanco, sus mejillas sonrosadas y sus labios rojos llamaban la atención de todo aquel que se cruzará con ella. A medida que iba haciéndose una mujer, aquella princesa se hacía aún más y más hermosa.

Su madrastra era malvada y estaba obsesionada con su belleza. Durante horas se miraba en un espejo mágico al que preguntaba constantemente “¿Quién es la mujer más bella del reino?”. El espejo solía reflejar la imagen de la mujer más hermosa que solía coincidir con el rostro de la madrastra.

Un buen día el espejo reflejó el rostro de la princesa Blancanieves y la malvada madrastra se puso tan celosa, que decidió acabar con la vida de la joven. Para ello, mandó llamar a un cazador y le ordenó que la llevara al bosque y la matara.

El cazador, prendado de la hermosura de la joven, decidió no ejecutar tal atroz encargo. Le contó a Blancanieves el objetivo de la madrastra para ponerla sobre aviso, se apiadó de ella y le aconsejó buscar un escondite donde refugiarse.

Blancanieves atemorizada comenzó a correr alejándose lo máximo posible del castillo y al llegar el atardecer, encontró una casita en medio del campo. Decidió pedir asilo para descansar, pero cuando llamó a la puerta no respondió nadie y se dispuso a entrar. Era una pequeña casa que se veía muy limpia y cuidada. Había una cosa que le llamaba especialmente la atención y era que todo era de tamaño diminuto y se preguntó quién viviría allí.

En dicha casita siempre había siete cosas de cada objeto; siete platos pequeños, siete tacitas de barro y hasta siete camitas muy bien distribuidas en la alcoba. La princesa, agotada de tanto

Blancanieves
correr, se echó sobre tres camitas y se quedó profundamente dormida.

Horas más tarde, ya entrada la media noche, regresaron a la casita siete enanitos que venían de trabajar duro en las minas de oro. Efectivamente, ellos eran los habitantes de aquella linda casita. Al verla, se sorprendieron pero no quisieron despertarla porque dormía plácidamente.

A la mañana siguiente, cuando se despertó Blancanieves se vio rodeada por siete personitas de pequeño tamaño. Los enanitos la trataron con tanta delicadeza que ella no se asustó y les contó su triste historia. Los enanitos le propusieron que se quedara con ellos a vivir. Ella cocinaría, lavaría y cosería y ellos la protegerían y le darían hogar. A ese acuerdo llegaron. Sin embargo, los enanitos advirtieron a Blancanieves para que tuviera cuidado con la madrastra. Ésta podía descubrirla y querer hacerle daño.

Blancanieves vivía feliz en el campo con sus nuevos amigos. Un buen día, la madrastra a través del espejo descubrió que seguía viva y el paradero donde se encontraba. Y decidió ir a matarla ella misma haciéndose pasar por una viejecita inofensiva. La malvada bruja cogió una manzana, la envenenó y se dirigió a casa de los siete enanitos con ella en mano.

Blancanieves durante el día se sentía tan sola, que al ver a la anciana la invitó a entrar pensando que era inocente para charlar un rato con ella. La malvada bruja, disfrazada de anciana, le regaló una manzana a Blancanieves y ésta le dio un mordisco y cayó al suelo como si estuviera muerta.

Llegó la noche y cuando volvieron los enanitos se encontraron a su amiga en el suelo, intentaron moverla pero no se movía y no tenía respiración. Los enanitos lloraron su muerte y durante varios días velaron su cuerpo, que permanecía intacto en cuanto a belleza. No quisieron enterrarla bajo tierra siendo tan hermosa y tan querida, y decidieron meterla en una urna de cristal y llevarla a la cima del monte donde acudirían todos los días a velarla.

Un día un apuesto y guapo príncipe pasó por allí y quedó admirado por su hermosura. Éste habló con los enanitos que le contaron la triste historia. El príncipe enamorado a primera vista de Blancanieves, solicitó a los enanitos que le dejaran llevarla a su palacio para adorarla y los enanitos pensaron que allí estaría menos expuesta la urna de cristal y accedieron a la proposición del príncipe. Al intentar mover la urna de cristal, el príncipe tropezó y de la boca de Blancanieves salió el trozo de manzana que había mordido que aún estaba en la garganta. El príncipe la besó y Blancanieves despertó de su largo sueño. Los enanitos y el príncipe celebraron el acontecimiento y el príncipe le pidió matrimonio y ella aceptó casarse con él y juntos vivieron felices.

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